Ruta 40: Cabo Vírgenes, el comienzo.

Cabo Virgenes km 0
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Esto comenzó cuando lo dije, al momento de comunicarlo y de presentar un desafío. De poder cumplirlo porque extrañaba lo que estaba por venir. Instantes de incertidumbre, de estar presente sin más que tiempo, con todo lo que significa. Sin saber a donde te tocará la noche. Aunque aquí uno hecha la suerte ante la certeza, imagina algo, busca refugio alrededor por las dudas, pero sabe que llegará ese ansiado detenimiento hacia el futuro. Cabo Vírgenes, allá vamos!

 Mi punto de partida fue, el principio de todo, Ushuaia o más fino todavía la casa de mi vieja, a unas cuadras salí a tomar el colectivo. Al llegar a la parada que me dejaría en el famoso cartel de la ciudad más austral, pasan mis primas y ofrecen llevarme. Ya en la ruta, busqué el mejor sitio donde me sentiría cómodo para hacer dedo. Quería pasar el Río Olivia, empezar a sentir la lejanía. Finalmente me acomodé a la altura de la Laguna Arco Iris. Esperé unos minutos, frenó el papá de un amigo que iba a Laguna Esmeralda. Pero no, quería otro punto. Un rato más, llegaría el impulso hacia Lago Escondido, uno de mis lugares favoritos del mundo.

 Mi estadía por esos lugares fue de un segundo ya que instantáneamente como un soplo de viento me estaban acercando a Rio Grande, allí me espera Gucho, un fiel amigo. Primera jornada cumplida, se acercaba el paso hacía el primer lugar por descubrir que me había propuesto, ir al Cabo Vírgenes, KM 0 de la mítica Ruta 40.

Laguna Arco Iris, Ushuaia
Cerro visto desde las cercanías de Laguna Arco Iris.

Quiero recordar a Mauricio Figueroa e hijxs, que casi por asombro los tomé en la frontera para que me ayudaran a pasar por San Sebastián, ya que a pie no se podía. El espacio era mínimo pero suficiente para compartir, tanto es así que nos quedó corto el tramo hasta Río Gallegos. 

En la capital santacruceña me contacté con un chófer que iba semanalmente hasta las cercanías del Faro Negro. Me guío vía Whatssap hasta un cruce donde pasaría un compañero de él. Todo muy anónimo, pero como viajero ilusionado salí a ese punto. Demás está decir que nunca coincidimos. No me frenó la descoordinación, hasta el puesto policial de Chimen Aike, me separan algo así como 12 km. Averigüe si había algún transporte urbano, pero parecía todo estar frenado como si la pandemia seguía vigente por allí. Seguí, logré pasar el control y coincidir en la intersección de la Ruta 3 con la 40. Nuevamente la incertidumbre, relojear algún lugar para la carpa, aunque ahora el terreno había cambiado, la estepa no ofrece reparo. La observación se disipó en escasos minutos porque una combi frenaba a mi lado, era un chofer que semanalmente iba hacia esos lados, compañero del mensajero anónimo.

El hecho de ser de Tierra del Fuego convertía a la provincia siguiente como si fuese de paso. Esta vez quería conocer un poco más Santa Cruz. Otro motivación era poder llegar al comienzo de la ruta 40, casi como un hito para mí. Lo anecdótico era que luego de recorrer los pagos santacruceños iría a realizar la gira de La Renga. ¡Y qué mejor que hacerlo desde el Cabo Vírgenes, donde comienza la Ruta 40!

Sin dudas que el hecho de conocer el KM 0 de este camino no solamente esta guiado por la aventura, sino también por el momento de soledad que ofrece este rumbo. En contra punto a lo que son los masivo recitales que mencioné, pero la antesala fueron horas de ruta, caminar, esperar, llegar y conocer: allí di con Rubén, sereno de la Reserva Natural, él me llevó a recorrer la Pinguinera de Cabo Vírgenes. Otra Historia.

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